La casa York se consolida en un pequeño lote urbano ubicado a mitad de manzana. Para dar respuesta a un programa un tanto ambicioso, fue necesario considerar la superficie edificable en sus tres dimensiones para poder definir así, el máximo volumen construible. A partir de allí, decidimos operar con la sustracción para ahuecar la masa, y darle entidad al vacío, logrando así, que los espacios interiores respiren. Optamos por reemplazar el sólido por aire, incorporar allí vegetación y lograr una continuidad vertical que atraviese los tres niveles.

El prisma, macizo y homogéneo es socavado y genera nuevas exterioridades. El cuadrado, aunque monótono en su apariencia, cambia de escala, se combina, adquiere ritmos y tensiona. Se presenta en aventanamientos, revestimientos, solados.

La escalera lateralizada funciona como conector de las dos áreas públicas, permitiendo el vínculo directo entre planta baja y terraza, y manteniendo a resguardo la planta intermedia destinada a alojar los dormitorios. La luz cenital y la alfombra de mosaico granítico dan cierta teatralidad al ascenso y descenso volviéndolo un espacio diáfano e iluminado.

La elección de materiales austeros y poco pretenciosos. Algunos heredados de las casas de antaño, otros de la contemporaneidad: mosaicos calcáreos y graníticos, chapa, todos amalgamados bajo una misma paleta cromática. La elección del color rosa solo presente en los espacios exteriores los destaca y aporta un contraste.